A los pies de la caldera del Monte Aso (Kyushu, Japón), una pequeña comunidad entregada a la práctica de las artes marciales entrena cada día, del amanecer al atardecer.
De manera transversal –pues se cruzan– se desarrolla otra práctica, la fílmica, con tres bobinas de Super-8 –45 metros líneas de película negativa– como lienzo.
Un film compuesto de gestos y rostros, guiado por la energía del movimiento.